Qué alegría tuve al leer un ensayo de Rafael Calderón titulado “Manuel Ponce: un poeta católico de vanguardia”, en el suplemento “Laberinto”, de Milenio. En el árido desierto actual del periodismo cultural, considero que “Laberinto” es el más dinámico entre los poquísimos suplementos que se publican semanalmente y con buen tino se ofrece su consulta en línea. Dicho texto y “Cuatro razones para leer hoy a Manuel Ponce”, de Armando González Torres, se publicaron allí con motivo del centenario de este célebre poeta.
Desconocía todo sobre Manuel Ponce Zavala, leer sobre su poesía me emocionó totalmente. Nació el 15 de febrero de 1913, en Tanhuato, Michoacán. Con azoro me entero que el pasado 11 de febrero asesinaron a Pedro Córdoba, secretario panista del ayuntamiento de Tanhuato. En esa población el edil Gustavo García ya había sido herido en un atentado en su contra, ocurrido en noviembre del año pasado. El dirigente panista Gustavo Madero ha condenado los hechos, pero parece que las palabras serán inútiles.
La violencia en Michoacán está desbordada, el de Tanhuato es sólo uno de los muchísimos crímenes que mantienen en zozobra a los ciudadanos. El presidente Enrique Peña Nieto anunció que la política de seguridad de su gobierno iniciará en Michoacán; con preocupación y suma atención se debe tomar esta noticia, porque Felipe Calderón abrió el fuego en su estado natal y el resultado sólo ha sido una brutal descomposición de la vida pública en la tierra de Ocampo.
Ante la destrucción virulenta, quiero pensar que un asidero y remanso puede ser la obra de michoacanos notables: Manuel Ponce pertenece a esa estirpe. Fue contemporáneo de otra notable poeta católica michoacana, Concha Urquiza, quien nació en pleno estallido revolucionario. Él quedó huérfano de padre a los cinco años. Su ingreso al Seminario Tridentino de Morelia lo protegió un poco del terror de la lucha revolucionaria, aunque también sufriría el acoso durante la persecución religiosa, que llevó a la reacción católica conocida como “la Cristiada”.
En el seminario Manuel Ponce fue discípulo de otro eminente poeta, el queretano Francisco Alday. En 1936 Ponce recibió el sacramento del sacerdocio. Fue uno de los hijos más ilustres de su alma máter, allí dio cátedra de literatura por cerca de veinticinco años. La docencia le permitió ser un conocedor profundo de los clásicos griegos y latinos y de los españoles de los Siglos de Oro -Horacio, Virgilio, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora y San Juan de la Cruz-, también traduce en su totalidad a Dante.
Además, se interesa por sus paisanos. Reviso la notable antología La poesía en Michoacán, de don Raúl Arreola Cortés, publicada por Fimax en 1979, que refiere los estudios de Ponce sobre varios de sus colegas: Diego José Abad, primer poeta michoacano antologado; Ezequiel Felipe García, de Angangueo, y José Bárcena, de Yurécuaro.
En 1939 Manuel Ponce abre su obra poética por la puerta grande, Gabriel Méndez Plancarte le publica con una presentación de su pluma “Ocho poemas inéditos”, en la prestigiosa revista Ábside, a su cargo. Alfonso Méndez Plancarte, con motivo de la publicación del poemario El jardín increíble en 1950, recordará que “allá en el año de ´39, la revista Ábside de esta capital lanzaba ‘Ocho poemas inéditos’ de un estrenado lírico —oscuramente ignoto, a la sazón, pero llamado a esplendor muy alto— cuyas luces ‘querían quebrar albores’ desde Morelia. La atención sensible y los comentarios elogiosos de los célebres humanistas zamoranos inician una positiva recepción crítica de la obra poética.
Sólo cuando se dominan las formas clásicas se puede romper con ellas. Manuel Ponce, maestro en el canon, es un notable poeta católico de vanguardia; en esta actitud de ruptura e innovación con la lengua española, es cercano al recién finado Rubén Bonifaz Nuño. Su obra es una catedral luminosa cuyo arco a lo divino inicia con Ciclo de vírgenes (1940) y culmina con Los lunes de Santa Inés (1980). Entre sus obras destacan: Cuadragésimo y segunda pasión; Misterios para cantar bajo los álamos; Cristo-María (recitales poéticos) y Elegías y teofanías.
Arreola Cortés cita la valoración crítica de José Luis Martínez: “A la expresión arrobada, balbuceante, Manuel Ponce prefiere siempre la intelectual. Sus versos están apretados de espesos símbolos que es imprescindible traducir para una buena lectura de su poesía […] Formado en el estudio y en la diaria meditación de la teología, sus vuelos poéticos se le dan necesariamente con base alegórica. Más que mística, pues, es la suya una poesía teológica, como filosófica es la de Gorostiza”.
Francisco Serrano apunta que “cuando le llega la revelación, Ponce resulta ser un caso excepcional en las letras mexicanas, ya que es un poeta que cree en la poesía, la verdadera poesía, como en un milagro”. La poesía como epifanía divina, milagroso don. Por su parte, Rafael Calderón considera que “sus versos a veces medidos, otras basados en el verso libre y la escritura bajo el dominio del soneto, son marca de identidad”. Nos encontramos ante un poeta en el control pleno de su estilo. Un renovador de la poesía religiosa en México.
Parte de la labor cultural de Ponce también se expresa en la fundación del Instituto de Cultura Arca y de la Casa de la Poesía, al igual que de la creación de la revista Trento, que dirigió durante veinticinco años. Otras publicaciones en donde participó son: El Centavo, Viñetas de Literatura Michoacana, Viñetas de Morelia, Letras de México, El Hijo Pródigo, Tierra Adentro y Siempre.
En 1979 Manuel Ponce ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua con un discurso titulado “La elocuencia sagrada en México”, que contestó Alí Chumacero. En 1991 el papa Juan Pablo II lo nombró consultor de la Comisión Pontificia para la Guarda y Fomento del Arte y de la Historia y al año siguiente se le concedió el título de “capellán del papa.”
Los mayores estudiosos actuales de la poesía religiosa mexicana, Gabriel Zaid y Javier Sicilia, han realizado antologías de su obra, vale la pena buscarlas. Además, Vicente Quirarte realizó la presentación del disco donde Manuel Ponce lee sus poemas, en la colección Voz Viva de México. Este michoacano destacado falleció en la ciudad de México el 5 de febrero de 1994.
Con motivo de su centenario se realizará un homenaje al poeta el domingo 24 de febrero en la sala Manuel M. Ponce -el músico-, en Bellas Artes. Participarán Javier Sicilia, Armando González Torres, Hugo Gutiérrez Vega y María Teresa Perdomo. El mismo González Torres nos da una razón para leer a Manuel Ponce hoy: “Porque es un poeta católico, de hecho un sacerdote, que, sin embargo, no se ciñe a ninguna ortodoxia y cultiva una poesía libre, audaz y novedosa, que experimenta con metros e imágenes, que utiliza el humor, que descubre texturas, colores y sabores en el lenguaje.”
Cierro con unos versos, con ganas de más: “Todo en la vida es rosa, si es dudosa,/ hasta la muerte cuando nos amaga:/ sólo la rosa no es mentira, es rosa.”